Basta de reformas educativas desde arriba

La transformación (mucho más que una simple reforma) del sistema educativo no puede venir de arriba. Los sucesivos planes implementados por departamentos / consejerías / ministerio de educación son poco más que un intento de recolocar de formas diferentes las piezas del mismo puzzle; a veces, se añade alguna pieza nueva, pero poco más. La transformación educativa requiere que se cuestione todo aquello que se da por descontado y que nunca se toca, mientras se reforma una parte de lo secundario. 
¿Qué es lo que se debería cuestionar? Veamos algunos ejemplos.


  • Los centros educativos se centran en la enseñanza, no en el aprendizaje. Da igual que los planes oficiales diferencien entre contenidos, habilidades, actitudes, competencias. Mientras el énfasis siga estando en la enseñanza, recolocar o redefinir las piezas de lo que hay dentro de ese principio no cambiará el hecho de que lo prioritario no son los estudiantes, el profesorado, las familias, sino la implementación de lo prescrito por personas que deciden, desde fuera de los centros educativos, lo que se debe hacer en ellos.
  • El énfasis en la enseñanza genera énfasis en la homogeneización, no en el desarrollo de la individualidad. Es decir, se espera que todos los estudiantes aprendan lo mismo, al mismo tiempo, al mismo ritmo, de la misma forma, y que demuestren lo aprendido también de la misma forma y al mismo tiempo (predominantemente exámenes escritos). Se rechaza la diferenciación, argumentando que es discriminatoria, que crea problemas logísticos y organizativos, que sólo es aceptable si se documenta profusamente su necesidad...
  • El énfasis en la enseñanza genera insistencia en un modelo organizativo al servicio de la enseñanza, pero no del aprendizaje. Se organiza el curriculum en asignaturas, o áreas de contenido: Sociales, Castellano, Matemáticas..., desconectadas entre sí, en vez de integradas. A partir de la secundaria, se distribuye al profesorado en departamentos, cuyos miembros difícilmente puede tener conversaciones significativas sobre los estudiantes y su trabajo, porque no los comparten entre sí. Los compartirían si, en vez de estar agrupados por departamentos, lo estuvieran por equipos interdisciplinares (teaching teams).
La lista es larga. Incluye cuestiones como la necesidad de poner la gestión de las relaciones en el centro de la vida escolar; horarios y calendarios; formas de acceso del profesorado a los puestos de trabajo; desconexión entre los centros educativos y las familias y entre los centros educativos y las empresas; transformación radical de las tutorías...

Lo mejor que pueden hacer las autoridades educativas es renunciar a prescribir exhaustivamente y dejar la mayor parte de las decisiones sobre qué hacer en los centros educativos, cómo hacerlo, con quién, durante cuánto tiempo, etc., en manos de educadores, estudiantes, familias y organizaciones de todo tipo pertenecientes a un mismo entorno. Lo mejor que pueden hacer esos grupos de personas es dejar de mirar hacia arriba, a ver qué hacen o dejan de hacer las autoridades educativas, empezar a mirarse los unos a los otros, y embarcarse en procesos que les lleven a convertirse en auténticas comunidades dedicadas a promover el bienestar de todos ellos a través del aprendizaje, del desarrollo de la individualidad y la interdependencia, de la autogestión de sus centros educativos. No sólo es posible. Es factible, se ha hecho, se está haciendo. 

Nosotros creemos en ello, lo hemos visto, lo hemos hecho, y seguiremos luchando para extenderlo lo más posible.

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